En un momento u otro en la vida de una web surge siempre la misma duda existencial. ¿Traducimos nuestra web a otro idioma? ¿A cuántos idiomas? ¿A cuáles? El problema es que a menudo no nos hacemos la pregunta correcta: Por qué queremos traducir nuestra web.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que la decisión de traducir una web tiene que responder a una estrategia más amplia. Es decir, deberíamos hacer un estudio de mercado previo y comprobar, o por lo menos intuir con una cierta base, que hay una oportunidad de mercado rentable.
Dicho esto, hay varios motivos por los que puede ser interesante tener una web multilingüe —en dos o más idiomas—. Pero también puede ser una mala idea que nos haga perder tiempo y dinero. Venga, la primera pregunta:
¿A qué idiomas traduzco mi web?
Si queremos internacionalizar nuestra empresa, lo primero que tenemos que ver es qué idioma se habla en el mercado donde queremos ir. Por ejemplo, en Alemania o Francia la web deberá estar en alemán y francés respectivamente, porque es el idioma más utilizado en las búsquedas y porque el sentimiento de identificación será mucho más fuerte si leen en su idioma natal.
En cambio, si por ejemplo queremos ir a Gambia, nos encontramos con que el idioma oficial es el inglés, y desde 2014 también el árabe. La población tiene además un buen nivel de francés, y se hablan varios idiomas regionales, como el mandinga, el wólof o el sarawule. ¿Es necesario tener la web en todos estos idiomas? Tranquilos, que no (sobre todo porque algunos no tienen escritura ;). El principal criterio no es qué idioma se habla (oficialmente) en el país, sino el idioma que utiliza nuestro público objetivo para buscar en internet. ¿Nos dirigimos a un segmento que utiliza el inglés, el árabe o el francés como lengua principal?
Aquí hacemos un inciso.
Aparte de las cifras de idioma hablado o utilizado en internet, hay que tener en cuenta el comportamiento y la experiencia del usuario. Muchas personas buscan en idiomas de uso más extendido porque esperan encontrar más resultados, pero lo cambian una vez están dentro de la web, o escogen la empresa que se expresa en el idioma con el que se sienten más identificadas.
Este sería, por ejemplo, el caso de la India. El hindi, uno de los idiomas más hablados en el mundo, ni tan solo aparece en el ranking de idiomas de internet. El más utilizado para realizar búsquedas en la India es el inglés, pero el mercado se sentirá más identificado con nuestro producto o servicio si además tenemos la web en hindi.
Otro caso es una zona donde convivan dos idiomas, como puede pasar con el catalán y el castellano. La mayoría de búsquedas se realizan en castellano pero hay un amplio segmento de mercado que se siente más cómodo si la web está en su idioma natal. Aquí la decisión no estará marcada solo por la cantidad de búsquedas en un idioma u otro, sino también por el posicionamiento de marca y por las preferencias del segmento al que nos dirigimos.
En resumen, para decidir el idioma o idiomas de la web, necesitamos analizar los datos de uso de cada uno en internet en el país donde queremos ir, y definir a qué segmento nos dirigimos —elaborar buyer persona—, para encontrar el equilibrio entre posicionamiento (cantidad de búsquedas en un idioma) y la experiencia de usuario (hablar con nuestro público objetivo en el idioma con el que se sienta más cómodo).
¿Cuándo NO debería traducir mi web?
Hay algunos motivos por los que sería una mala idea traducir una web.
- Porque tenemos visitas esporádicas. Tres visites desde Kuala Lumpur en cinco años no justifican que traduzcamos nuestra web al malayo, porque no demuestran que haya una oportunidad de mercado lo suficientemente significativa para comercializar allí nuestro producto o servicio.
- Porque «queda bien». Podemos pensar que tener la web en más de un idioma da imagen de marca o nos diferencia de la competencia. Pero no es un elemento que valoren la mayoría de usuarios. Lo que les importa es que la web esté en su idioma.
- Por «probar». Quizás caen las ventas en nuestro mercado tradicional y queremos probar suerte en el país vecino porque está cerca. Pero hacer un test de mercado implica mucho más que el simple hecho de traducir una web; tenemos que hacer campañas de marketing para darnos a conocer, valorar la normativa y las regulaciones para operar en aquel país, analizar la competencia…
Dos cosas fundamentales a tener en cuenta…
Para no extenderme más —más de lo que ya lo he hecho…—, mencionaré dos puntos esenciales a la hora de traducir una web.
1. La traducción tiene que ser profesional. No, Google no es profesional.
El hecho de traducir una web va mucho más allá de Google Translator. Hay que adaptar los giros lingüísticos, las expresiones coloquiales, las palabras técnicas o especializadas… Pero sobre todo, la cultura, las necesidades y la forma en la que utilizan internet los usuarios de ese país o región. Ni siquiera el inglés es fácil: Hay que tener en cuenta la particularidades del inglés de Estados Unidos, de Gran Bretaña, de la India o Australia.
Para ilustrar algunos de los problemas con los que nos podemos encontrar con la sufrida traducción automática, recordemos el mítico «historic helmet» de Santander (por ‘casco antiguo’) en su web de Turismo, o cuando Google confundió una secuencia del genoma humano con el somalí.
2. Traducir la web es solo el principio de un largo camino…
Tenemos nuestra web traducida. ¿Y ahora qué? Pues tenemos prácticamente todo el trabajo por delante. Debemos trabajar el SEO del nuevo idioma (estudio de palabras clave, metadatos…), generar contenidos para el blog y para posicionarnos en internet, definir el idioma en el que trabajaremos las redes o cómo combinaremos los diferentes idiomas…
Pero todo esto ya es trabajo para otro día. Y para otro post.
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